Por primera vez desde las legislativas de abril de 1948 ningún parlamentario comunista ocupará un escaño en el Parlamento italiano. Berlusconi, el perrito faldero italiano de Bush y sus aliados, Fini, Bossi y Lombardo (Alianza Nacional, Liga del Norte y Movimiento por la Autonomía de Sicilia) con más del 46% de los sufragios, dispone de una holgada mayoría en la Cámara y en el Senado. El centro (Partido Democrático e Italia dei Valori, del ex juez Di Pietro) formado por tránsfugas diversos, « pentitis » -renovados diríamos en nuestro país- comunistas, socialistas y democristianos, ha obtenido un 38%. Una reminiscencia del otrora poderoso PDC italiano, la UDC de Fernando Cassini, ha alcanzado un 5,6% pasando la barra del 4% y elige 36 parlamentarios.
La bipolarización y norteamericanización de la vida política italiana tiende a confirmarse y las primeras declaraciones del perrito faldero italiano y futuro Presidente del Consejo, no dejan dudas sobre su obsecuente sumisión a Washington, tal como ocurrió en su oportunidad con los perritos británico, ibérico y con el actual faldero galo.
Berlusconi ha anunciado sin ambages que se apresta a acentuar y consolidar el neoliberalismo lo que implica un ataque en regla contra lo que queda de conquistas de los trabajadores.
Los resultados constituyen sin duda una seria derrota, una debacle para la coalición de izquierda, la Sinistra Arcobaleno, representada por el Partido Refundación Comunista de Fausto Bertinotti y Franco Giordano y el Partido de los Comunistas Italianos (PdCI) de Oliviero Diliberto, que obtienen poco más de 3%, no logrando elegir diputado alguno.
El PRC -nacido a inicios de los años noventa de las cenizas del PCI -después que éste último hubiese optado desde hacía años por una política de colaboración de clases y abandonado toda perspectiva de transformación profunda de la sociedad- constituyó durante más de quince años (luego con el PdCI) el único referente de izquierda con representación institucional, en un ambiente político donde prevalecían los renuncios, el oportunismo y la corrupción. Durante estos años el PRC alentó la opción por una alternativa de izquierda, con retrocesos y errores oportunistas inherentes a la lógica del parlamentarismo.
Los ex comunistas del PCI, primero en el PDS y hoy en el PD de Veltroni -que a cambio de su renuncia a una política de izquierda habían recibido las compensaciones del establishment esto es, algunos diputadillos, senadorcillos, ministrillos, subsecretarillos, etc- formaron un gobierno de centro encabezado por Prodi, que logró atraer a lo que quedaba de izquierda consecuente. Es así como desde 2006, el PRC formó parte de la coalición gobernante y recibió algunas lentejas por dicha colaboración. (1 ministro, viceministros y subsecretarios para PRC y otros tantos para el PdCI). Bertinotti fue ungido presidente de la Cámara y debió inclinarse en aras de la solidaridad gubernamental ante decisiones dizque no compartía. Algunas de ellas iban a contrapelo de lo que hasta ese momento el PRC y el propio Bertinotti habían expresado. Uno de los momentos más patéticos lo constituyó la confianza acordada en la Cámara a la declaración de política general extranjera del « pentito » ministro de RREE, el renovado Massimo D'Alema ; además del apoyo a diversas iniciativas anticubanas tomadas por la UE, todas, ruedas de carreta que debieron tragarse en función de la estabilidad gubernamental y de su permanencia en la coalición gobernante. Amén de las prebendas que conlleva la cercanía a los círculos de poder.
El gobierno Prodi se caracterizó por el inmovilismo y por una política que mantuvo, cuando no agravó, las condiciones de vida de vastos sectores de la población. En política extranjera siguió navegando bajo el paraguas estrellado de Washington y comenzó a tirar líneas para ampliar la base militar de Aviano, desde donde despegan las aeronaves norteamericanas para bombardear pueblos y ciudades, sea en Afganistán, Iraq o en cualquier otro lugar del planeta.
La coalición centrista se repartió los diferentes puestos estatales y sonados escándalos -al igual que en Chile- jalonaron los meses del gobierno Prodi .
La respuesta del electorado ha sido categórica y el trasvase de gran número de votos, otrora de izquierda y hoy en la derecha, han sancionado el oportunismo, la repartija de cargos y prebendas y el cretinismo de las cúpulas dirigentes. En estos últimos pesó más que los problemas reales de los trabajadores, su situación personal y sus carreras. La izquierda consecuente abandonó así la lucha social, extraparlamentaria, en función de impotentes acuerdos y componendas cupulares, que hacían de la estabilidad del gobierno la finalidad de toda su línea política. A los ojos de muchos electores, no eran más que aprovechadores como los de siempre, con otro nombre y timbre.
Lo más grave ha sido sin duda, el contumaz cretinismo de algunos que quisieron creer que con unos cuantos diputadillos, senadorcillos y ministrillos podrían constituirse en alternativa de izquierda e influir en la orientación liberal del gobierno Prodi. Ya se sabe, el cretinismo parlamentario ciega a quienes quiere perder.
El espectáculo de la repartija de cargos y prebendas dado por diputados y ministros reajustándose salarios y atribuyéndose aún más privilegios, al tiempo que se despreocupaban soberanamente de los sectores más golpeados por la política de Prodi, que seguía obsecuentemente las instrucciones neoliberales de Bruselas, recuerda los mismos hechos ocurridos hace un año en Francia que llevaron al poder a Sarkozy.
Es verdad que algunas voces se habían levantado, tal vez un poco tardíamente, denunciando la deriva conciliadora, como la Sinistra Crítica (troskistas) de Franco Turigliatto y el Partido de los Comunistas Italianos. Pero con todo, el nauseabundo olor a componenda y corrupción que invade a Italia desde hace años se hizo insoportable y fue uno de los factores que contribuyó a pavimentar el camino del retorno al poder de la derecha. Las declaraciones del ex ministro de Solidaridad Social Paolo Ferrero, del PRC, son decidoras pero un poco tardías : « Hay que actuar ahora desde la oposición social al gobierno de Berlusconi, una oposición extraparlamentaria, en las calles ». Bertinotti, por su parte, ha dimitido de todos sus cargos e igual cosa ha hecho el otro dirigente del PRC, Giordano.
Aun si existen diferencias entre la situación política entre Chile e Italia la lección italiana debe hacernos reflexionar.La corriente reformista que se apoderó del ex PCI y lo llevó a su desaparición, administra Italia desde hace años, junto a la ex DC y algunos sobrevivientes del ex PS. Eso ya se sabía y es de público conocimiento. No vamos a pedirle peras al olmo y exigir consecuencia a la DC italiana o al PD, donde pululan renovados y « pentitis » de todos los pelajes.
Pero un partido o coalición, sea -Refundación Comunista o la llamada Sinistra Arcobaleno, o para hablar de nuestro país, el Partido Comunista, Partido Humanista o Juntos Podemos- que se propone llevar a cabo cambios profundos, no puede, so pena de recibir a poco andar la sanción del electorado, caer en el juego malsano de las repartijas y acuerdos cupulares, formando parte o apoyando a gobiernos (incluso si como en el caso de Chile solo se les permite poner un pie en la pisadera del furgón de cola o sentarse en la mesa del pellejo y no en la del festín, en la cual los comensales admitidos son únicamente de la Concertación y de la derecha) en avanzado estado de descomposición y abandonar la perspectiva de un camino propio.
Las migajas lanzadas corrompen, más aún cuando se crea la ilusión de que podrían transformarse en marraquetas. Ilusionar a las masas que con unos cuantos diputadillos por aquí, unos alcaldillos por allá y alguna convocación a Palacio acullá, más una ayuda financiera destinada a cerrar bocas y bajar el perfil de la protesta social, amén de repetidos tecitos con tostaditas con conspicuos representantes de la familia de los Ochocientos y del pinochetismo, pueden revertir una situación que es el resultado del consenso político estratégico de los que usufructúan del poder, llámense Alianza o Concertación, no es sólo cretinismo sino que tiene ribetes criminales. En nuestro país, un sistema basado en la corrupción generalizada y desenfrenada ha postrado a Chile en una situación que en ese plano nada tiene que envidiarle a la dictadura o a algunas repúblicas bananeras.
La deriva conciliadora de la dirección del PC ha contagiado al parecer a otros partidos de Juntos Podemos y algunos elementos que encontramos en Italia los hallamos también en Chile.
Los gobiernos de la Concertación, como el de la dictadura, han sido pródigos en escándalos de todo tipo. A los sucios manejos financieros de Pinochet, hay que agregar los ocurridos bajo gobiernos democráticos : MOP, asunto que implicaba al más alto personaje del estado y del que sólo se libró gracias a un acuerdo político monitoreado por sus adversarios de la UDI ; los astronómicos gastos del ministerio de educación ; la compra millonaria por Ferrocarriles en España de inservibles locomotoras y vagones ; las malversaciones en la Dirección de deportes ; el Transantiago y la burla para con los usuarios ; la turbia compra de cacharros aéreos de segunda mano en Bélgica, en la cual aparece implicado un ex general de la Fach y donde hay un general belga suicidado ; la firma de un tratado durante el gobierno de Frei -al parecer redactado primero en inglés por los directamente beneficiados- de una zona de prospección minera a lo largo de la frontera con Argentina, entregada al voraz apetito de Barrick Gold, uno de los « majors » de la minería mundial ; la mantención del ridículo royalty por el cobre, etc.
Frente a este régimen delicuescente, se han reactivado desde hace algunos años las luchas sociales, muchas veces llevadas a cabo al margen de la pesada burocracia sindical oficial. Por otra parte, la llamada izquierda extraparlamentaria anima diferentes movilizaciones sociales. A las demandas sociales cada vez más enérgicas de diferentes sectores se les da una respuesta policial. Es el tratamiento policial de la « cuestión social ». Se militariza la Araucanía criminalizando a los mapuches y la protesta de los trabajadores salmoneros, pero se mantiene la impunidad de Carabineros, cuerpo que dispone de un nutrido prontuario criminal. Pero sobre todo, se hacen ímprobos esfuerzos por embarcar a parte de la izquierda en un juego electoral esterilizante en beneficio de los intereses electoreros de la Concertación.
Se dirá que es propio del quehacer político de toda coalición hacer esfuerzos por mantenerse en el poder. Es verdad y los esfuerzos en ese sentido hechos por la Concertación no nos extrañan. Pero lo que es menos comprensible es que en dichos esfuerzos aparezcan ahora no sólo implicados sino como voces cantantes, algunos sectores de la izquierda extraparlamentaria.
En un artículo que escribimos hace un año, alertábamos sobre los riesgos del cretinismo parlamentario, del electoralismo a ultranza. Decíamos que veíamos con preocupación que en función de un reformismo de poco alcance, se privilegiaran las alianzas con la Concertación en detrimento de la necesaria unidad de la izquierda y del reforzamiento de Juntos Podemos. En esa época ya se hablaba de los pactos por omisión que puso sobre la mesa del pellejo la Concertación y que fueron recogidos raudamente por la dirección del PC, seguramente pensando en las legislativas y la elección presidencial próximas.
Todo acuerdo con la Concertación pasaba por la neutralización o liquidación de las voces discrepantes en el interior del PC y del JP, sectores que habían dado desde la noche misma de la primera vuelta de la elección presidencial, signos de clara indisciplina ante la voluntad de la dirección del PC de imponer la opción del voto por M. Bachelet.
La dirección del PC boicoteó al JP y creó a un nonato, el poder democrático y social, relegando durante mucho tiempo a un ostracismo comunicacional al JP y a su ex candidato presidencial. Aislamiento que rompió cuando se percató que el JP seguía vivo y que una encuesta publicada en el 2007 le daba 11% de intenciones de voto. Entonces trató de ayudar a la inscripción de la IC para no quedarse como Toribio el náufrago en el JP y al mismo tiempo se obstinó en privilegiar su búsqueda obsesiva por obtener los diputadillos prometidos por la Concertación, mediante el cambio del binominal.
En septiembre del año pasado se llevó a cabo una asamblea de Juntos Podemos en las que se ratificó su declaración fundacional, esto es, la necesidad del camino propio de JP y la imposibilidad de establecer pactos con la Concertación. En dicha asamblea participaron todos sus partidos y asociaciones -las que no temieron las iras de la dirección del PC- pero, por cierto, el exitoso acto fue boicoteado por dicha dirección.
La dirección del PC ha debido sin embargo dar su brazo a torcer, ante la multiplicación de la contestación en sus propias filas y ante la persistencia en vastos sectores del pueblo del convencimiento de la necesidad de mantener un referente unitario y amplio como JP. Es por eso, por ejemplo, que ante la amplitud que había tomado la demanda de democratización del país, la dirección del PC debió pronunciarse por la reforma constitucional, aun si durante mucho tiempo no fue una de sus preocupaciones mayores y había privilegiado su obsesión por acuerdos cupulares tendientes a que la Concertación premiara su colaboración y su actividad bomberil atribuyéndole algunos diputadillos.
¡Todavía hace falta un pequeño esfuerzo camaradas porque no se atisba la luz de la reforma del binominal !
Desde hace un año ha pasado agua bajo el puente y es por ello que quisiéramos responder a algunas solicitaciones que se nos han hecho estas últimas semanas, sobre todo, luego del equívoco y poco claro, por no decir tortuoso, zig-zagueo de algunos partidos y ONGs de Juntos Podemos.
Un revolucionario no debe impedirse por cuestiones de principios la conclusión de un acuerdo local, circunstancial, preciso, limitado, coyuntural, de corto plazo, en torno a una candidatura o a una lista fundada sobre un programa de gobierno municipal concreto y elaborado de común acuerdo, cuyos candidatos hayan sido designados de manera más o menos democrática y en cuya designación el JP en su conjunto -y no únicamente uno de sus componentes- haya tenido participación. Si no se trata de un acuerdo nacional -imposible, dadas las características del gobierno concertacionista, que por lo esencial defiende el modelo neoliberal dejado por Pinochet- y se incluye a candidatos de la izquierda extraparlamentaria y que además no implica compromisos más allá de una elección de concejales aquí y acullá, nos parece que cada JP concernido debería pronunciarse al respecto, conociendo mejor que nadie su comuna y los posibles candidatos que están en entredicho con la Concertación y que manifiestan su decisión de cortar amarras con ella. Hay pocos, pero los hay. Es curioso sin embargo que esta voluntad de desligarse -al menos de los dientes para fuera- del gobierno aparezca en periodo electoral.
Pero en la mayor parte de las comunas, dada la obsecuencia y sometimiento de los concejales concertacionistas a sus direcciones nacionales y debido a la responsabilidad que les cabe por la preservación y consolidación del modelo pinochetista y su aplicación a escala comunal -amén de que en muchos casos la catadura de los candidatos concertacionistas inhibe toda posibilidad de apoyo- se hace imperiosa la postulación de candidatos de la izquierda extraparlamentaria bajo el alero de Juntos Podemos y el rechazo a pactos por omisión o acuerdos con el concertacionismo.
Más aún, en dicha hipótesis, sería de la máxima importancia levantar una candidatura unitaria para oponerse a la postulación surgida de un pacto decidido por las cúpulas, contraviniendo la Carta fundacional de JP.
Que la dirección del PC u otro partido del JP firme acuerdos nacionales con la Concertación es de su responsabilidad. A poco andar la historia los sancionará, tal como ha ocurrido en Francia e Italia, donde los dos más grandes partidos comunistas de Europa occidental, obsesos por participar en el circo electoral y recoger las magras migajas que el sistema les quiso arrojar, se encuentran, uno, en una agónica fase terminal y el otro ya ha desaparecido.
Nos pronunciamos por la más amplia unidad en el seno del pueblo y por que en cada comuna donde no quepa otra posibilidad y existan las condiciones anteriormente enunciadas, se apoye a candidatos en entredicho con sus direcciones, sobre la base de un programa comunal preciso y concreto, con la presencia en dichas listas de candidatos designados por la base y las organizaciones y partidos del JP y que todo ello no implique acuerdos más allá de la justa electoral municipal.
En caso contrario, si se trata de acuerdos cupulares entre concertacionistas y algunos partidos de la izquierda extraparlamentaria, que apuntan a ir más allá en el futuro, léase para las próximas legislativas o la elección presidencial, JP debe presentar candidatos alternativos que denuncien este contubernio y maridaje entre la Concertación y algunos partidos de JP.
Se podría haber esperado que una izquierda digna de ese nombre hubiese estado a la altura de las circunstancias. Que teniendo en cuenta el auge de las luchas sociales (estudiantes, salmoneros, subcontratistas del cobre, mapuches), ésta encabezara dichas movilizaciones. Que estuviera a la cabeza de la protesta social y de los enfrentamientos que no dejará de provocar la política concertacionista, que opusiera una alternativa global a las decisiones gubernamentales, lesivas para la inmensa mayoría de los trabajadores.
Algunos, en la izquierda extraparlamentaria se han ilusionado y se han puesto toriondos con las críticas intrasistémicas proferidas aquí y acullá por algunos dirigentes o parlamentarios concertacionistas, quienes luego de lucrar y haber mamado durante casi veinte años, se han -dicen- « pegado la palmada en la frente » y hoy -en periodo electoral y ante la inminencia de una derrota en la presidencial próxima -exhortan al gobierno, unos en tono melifluo, otros con algo más de convicción- a una simple « corrección », pero siempre en la perspectiva de la ruta trazada por el proyecto estratégico global de la Concertación, esto es, la adaptación del neoliberalismo pinochetista a las condiciones actuales, sin proponer una perspectiva movilizadora que enfrente las orientaciones sociales y económicas de un sistema impuesto por la fuerza de las armas y que significa miseria para la mayoría y un desastre social de proporciones. El social-liberalismo intenta por así decirlo, « socializar » el modelo pinochetista, tratando de « humanizar » lo inhumanizable.
En los momentos en que las protestas sociales aumentan, es legítimo esperar de aquellos que abrieron una esperanza para el pueblo -nos referimos a JP- la implementación de una política que responda a esta esperanza y que no se deje embelezar complacientemente por « omíticos » pactos ni tampoco por los jugosos resarcirmientos a causa de latrocinios cometidos contra sus propiedades por la dictadura, ni por un plato de lentejas y/o tecitos con tostaditas, incluso si algunos de los convites provienen de la familia de los Ochocientos.
Se hace necesario que la izquierda a secas -la extraparlamentaria, la única realmente de izquierda, es decir antisistémica, es decir, el PC, el PH, el MPMR, el PCAP, el MIR, IC, las ONGs de JP- reafirme su rechazo a la idea que el capitalismo constituye un horizonte insuperable y actuar en consecuencia trastocando el apoltronado quehacer político institucional, cuyo medio y fin parecieran constituirlos los torneos electorales.
Sin embargo no estamos propugnando la no participación en justas electorales. Lo decimos nuevamente : en las próximas elecciones municipales, ahí donde existan las condiciones para apoyar a candidatos no pertenecientes a la izquierda extraparlamentaria, pero que defiendan posiciones de izquierda, antisistémicas y que rehusen servir de « acompañadores » y se apresten a cortar los lazos con el social-liberalismo concertacionista, en ese caso, y si dicha designación ha sido el resultado de una decisión democrática en la que han participado todos los partidos y ONGs de JP, creemos que podría establecerse un acuerdo puntual, circunstancial, coyuntural. Y punto.
JP ha sido una experiencia innovadora que debe continuar. Constituido por hombres y mujeres de diversos horizontes, de culturas políticas y experiencias diferentes. Es una apuesta por contribuir a la reconstrucción de lo que fue en nuestro país un potente e influyente movimiento popular. Una izquierda del siglo XXI.
Si se quiere salir de la bipolarización política existente desde hace más de veinte años, JP no puede consentir ni aceptar su satelización por el social-liberalismo o por los que lo consideran como un simple klenex desechable inservible y que hoy constituye un estorbo para las componendas y repartijas en perspectiva. La conciliación con el social-liberalismo concertacionista que se expresa en la « pactitis omisionitis » aguda que parece aquejar a dirigentes de ciertos partidos de JP, corre el riesgo de firmar su irreversible impotencia para hacer emerger una auténtica alternativa.
Tenemos hoy más que nunca necesidad de una izquierda verdaderamente de izquierda, que responda a la exigencia de justicia y de interés general, que se oponga al poder oculto del mercado. Que luche por satisfacer las apremiantes necesidades de nuestro pueblo y efectivamente propugne la redistribución de la riqueza. Una izquierda de izquierda sólo puede situarse en una abierta y resuelta oposición frente a la vieja como a la nueva derecha.
Se hace más urgente que nunca luchar por la renacionalización del cobre y la abrogación del tratado minero firmado por Frei y Menem que hipoteca nuestra soberanía. Esta renacionalización y abrogación, la prohibición de la privatización de nuestros recursos estratégicos y la interdicción de dejar al voraz apetito de grandes multinacionales regiones enteras del territorio nacional, deben tener rango constitucional.
Tenemos que pomover como objetivo real y no de mentijirillas, un modo de desarrollo respetuoso de los grandes equilibrios ecológicos y que afirme como un postulado de base el respeto a la diversidad cultural. Chile es un estado formado por muchos pueblos, dentro de ellos, el pueblo mapuche, que nos sigue dando un ejemplo de resistencia luego de quinientos años de opresión. El reconocimiento constitucional del pueblo mapuche como una de las fuentes principales de nuestra nacionalidad se hace necesaria.
La soberanía del pueblo debe estar en el centro de todo proyecto de izquierda.
Todo ello no se logrará con dos o tres diputadillos más ni con tres o cuatro alcaldes y concejales, por muy probos, íntegros y entregados a la causa que sean. Eso es engañar al pueblo. Junto a la necesaria movilización y apoyo a las protestas sociales diversas que siguen expresándose, se necesita patear el tablero y cambiar la Constitución. El pueblo es el soberano, es el pueblo quien debe decidir : elección de una constituyente donde estén representados todos los sectores, redacción de un proyecto de constitución, refrendo popular, ratificación y promulgación de ésta. Es así como se procede en los países civilizados.
En más de una ocasión Lenin estuvo rascándose la pelambrera preguntándose ¿qué hacer ? En otra de sus obras definió al « cretino parlamentario » como aquél que no ve nada fuera del parlamento burgués, que no imagina otra actividad política sino en el marco institucional.
Junto con considerar como válidas todas las formas de lucha política, el ejemplo de lo que acaba de ocurrir en Italia debería forzarnos a reflexionar.
Paco Peña, Juntos Podemos-Francia, Paris, 24 de abril de 2008