25 de enero de 2008

Una nueva forma de esclavitud

En realidad, formas de esclavitud existen muchas, en la antigüedad el esclavismo clásico (que en nuestro mundo moderno aún existe tanto en Africa y Asia, como en Sudamérica, luego la servidumbre en la sociedad medievall, pero a partir del siglo XIX, surgieron otras formas nuevas.
En Chile tras la guerra del Pacífico desde 18880 hasta 1930 aproximadamente, en manos de transnacionales británicas se llevó la explotación del salitre con mano de obra chilena, boliviana y peruana básicamente, donde los trabajadores vivían enn condiciones infrahumanas, ¿no se podría decir que esta era otra forma de esclavitud? .
Hoy en día en manos de las grandes transnacionales que se han desarrollado exuberantemente al calor del modelo neoliberal, se ha desarrollado una forma de producción de características absolutamente precarias, la flexibilización ha sido la base de las mas variadas jornadas laborales, los salarios dejan mucho que desear, todo esto abalado siempre por los gobiernos de turno, al servicio de estos grandes poderes económicos.
¿Quien puede decir que esto no es una nueva forma de esclavitud?
En esta sociedad moderna la esclavitud está escondida detrás de múltiples formas, que hoy son denominadas nuevas formas de producción (la flexibilización laboral, la dependencia de los grandes monopolios transnacionales, el trabajo precario, la producción a trato como en los talleres textiles, (tanto produces, tanto ganas, con tarifados realmente miserables, etc.).
Aquí un articulo publicado por el diario La Nación de la República Argentina que habla sobre una nueva forma de esclavitud, refiriéndose específicamente al tema del secuestro, y esto relacionado directamente con el tema de las FARC en Colombia, pero el tema está inconcluso, simplemente por el echo de que aunque puede ser ser absolutamente condenable, se ve una sola arista respecto de este tema obviando todas las otras formas de esclavitud existentes en nuestra “sociedad moderna”, que son consideradas como formas de producción absolutamente normales, no siendo cuestionadas por nadie, pues son el habitué en las relaciones laborales de nuestra “exitosa sociedad globalizada”
Por Hipólito Solari Yrigoyen Para LA NACION Viernes 25 de enero de 2008 | Publicado en la Edición impresa
Los sucesos vinculados al rescate de personas secuestradas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han dado origen a varias lecturas, en las que primaron los argumentos políticos. Los esfuerzos que se hagan para lograr la liberación de los cautivos siempre son auspiciosos, aunque existe el derecho a la crítica sobre los métodos que se utilicen para llevar adelante las buenas intenciones. No es mi deseo sumar mi voz a los análisis políticos del tema, sino referirme a los derechos humanos, enfoque que debe centrarse en el hecho de los secuestros en sí mismos y de las personas que son víctimas de esta crueldad.
Son muchos los derechos humanos que se desconocen con la práctica de los secuestros políticos. Se viola el derecho a no ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes; el derecho a la libertad y a la seguridad personal; el derecho que tiene toda persona privada de libertad a ser tratada humanamente y con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano; el derecho a poder circular libremente y a escoger su lugar de residencia. Se violan los derechos a un juicio justo y a no a ser condenado por actos u omisiones que no fueran delictivos. Se viola el derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica de una persona; a no ser objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su domicilio o su correspondencia ni de ataques a su honra y reputación; a la libertad de pensamiento y de creencias. Se violan los derechos de reunión, de protección de la familia, de opinión, a la libertad de expresión, de igualdad ante la ley, a no ser discriminado y los derechos del niño cuando se trata de menores.
Sin embargo, hay otro derecho fundamental que se viola y que merece un comentario especial. Se trata de la prohibición absoluta de ser sometido a esclavitud. "Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos estarán prohibidas en todas sus formas", proclama la Declaración Universal de 1948. En términos análogos se expresa en su artículo 8° el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que aplica e interpreta el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. El secuestro político es una nueva forma de esclavitud y el secuestrado es un esclavo sometido a servidumbre.
La antigua Sociedad de las Naciones, que funcionó después de la Primera Guerra Mundial, aprobó, en 1926, en Ginebra, un Convenio sobre la Abolición de la Esclavitud. La esclavitud, tal como está definida en este Convenio, es el estado o condición de las personas sobre las que se ejercen todos o parte de los poderes atribuidos al derecho de propiedad. El secuestro político tiene esas características y es, por lo tanto, una nueva forma de esclavitud, y la víctima él es un esclavo reducido por la fuerza al estado de servidumbre.
En 1956, las Naciones Unidas aprobaron la Convención Suplementaria sobre la Abolición de la Esclavitud, la trata de Esclavos y las Instituciones y Prácticas Análogas, que entró en vigor el 30 de abril de 1957. Por analogía, entonces, se asimilaron a la esclavitud nuevos casos de servidumbre, como la que se establece por deudas, la de la gleba, la entrega de una mujer en matrimonio sin derecho a oponerse a cambio de dinero o especies, la entrega de niños y adolescentes con el propósito de que se explote su trabajo, la prostitución infantil, la mutilación sexual de las niñas, la utilización de los niños en conflictos armados, la trata de personas y otros crímenes similares.
El secuestro político no fue incorporado entonces a las prácticas análogas a la esclavitud y, por lo tanto, no está comprendido en la Convención Suplementaria, pero ésta dejó la puerta abierta para futuras nuevas ampliaciones, ya que, como se dice en sus considerandos, el objetivo es intensificar los esfuerzos nacionales e internacionales encaminados a abolir la esclavitud y las instituciones y prácticas análogas a ella, y ese propósito no se agotó con los casos enumerados. Al haberse difundido esta nueva práctica, debe constituir un delito internacional con obligación de incluirlo en las legislaciones nacionales como un crimen autónomo.
Las Naciones Unidas deben reconocer oficialmente esta nueva forma de esclavitud para luchar por su abolición, y sería auspicioso que la Argentina promoviese ese reconocimiento.
El autor fue senador nacional; preside la ONG Nuevos Derechos del Hombre.

1 comentario:

Nacho Illesca dijo...

La inserción de mis comentarios al presente artículo en la pagina electrónica del Diario La Nación de la Republica Argentina, trajo aparejados otros un poco acalorados, a los que yo repliqué con otro comentario que he decidido incorporar.
Aquí les va mi segundo comentario:

Creo que la pregunta que surge al calor de este debate es ¿qué es criticable y que no lo es?
Existe una gran dicotomía al calor de los apasionamientos ideológicos entre lo correcto y lo incorrecto, lo moral y lo inmoral, lo bueno y lo malo, sin lugar a dudas que el tema de la esclavitud en los tiempos modernos saca chispas al momento de hincarle los dientes.
Demás está decir que es absolutamente cuestionable la figura del secuestro como acto de privación de la libertad y de los derechos esenciales del ser humano, pero sin lugar a dudas si vamos a tomar el tema de la esclavitud como una realidad en nuestros tiempos no podemos centrarlo proselitistamente en un solo elemento en discusión pues esto limita drásticamente los elementos de análisis, y sin lugar a dudas la cuestión del modelo o tipo de sociedad es un elemento fundamental para estudiar esta cuestión.
Si comenzamos por negar que la sociedad capitalista, más aún la sociedad imperialista globalizada, es discriminatoria, nos negamos a hacer un análisis mínimamente objetivo.
Sin lugar a dudas que las palabras de Hegel “el trabajo es la esencia del ser humano”, tiene mucho sentido pues, es precisamente gracias a nuestra “capacidad de crear”, gracias al trabajo es que logramos dar un gran paso en la cadena evolutiva, dejamos de ser monos, la historia de la civilización humana es en definitiva la historia de como se fue organizando esa esencia del ser humano, el trabajo y de cómo se fueron generando luchas alrededor de los excedentes (plusvalía) que en algún momento de los primeros procesos productivo se fueron creando, y de quienes se quedaron con esos excedentes, con esto se crearon diferencias entre lo que comenzamos a denominar “las diferentes clases sociales”,
En algún momento fueron los esclavistas los que se apropiaron de estos “excedentes” (la sociedad esclavista), luego lo fueron las castas sacerdotales y los señores feudales (la sociedad medieval o feudal, y en los tiempos más recientes las burguesías industriales y financieras (sociedad capitalista y sociedad imperialista).
Vemos que el esclavismo en su forma mas autóctona fue en algún momento una forma “legítima” de apropiación de los excedentes o “plusvalía”, lo que en el tiempo fue evolucionando o mutando hacia otras formas de apropiación. ¿No podríamos decir que el esclavismo como tal fue evolucionando hacia formas mas complejas?
¿qué pasa hoy en día con los millones de personas que pueblan el planeta? ¿cómo viven?
Como referencia algunos datos:
De acuerdo a estadísticas de las Naciones Unidas en el mundo viven con menos de un dólar diario aproximadamente 1.300 millones de personas (110 en América Latina y el Caribe , 220 en África y 950 en Asia), un promedio de 1.200 millones de personas viven sin agua, la cantidad de analfabetos fluctúa en los 1.000 millones, en América Latina y el Caribe trabajan 17 millones de menores de 17 años. En Bolivia se estima que alrededor de 120.000 son lo niños que trabajan en las minas, la mayoría de ellos indígenas, según la OIT alrededor del 24% de los niños guatemaltecos con edades que fluctúan entre los 10 y los 14 años trabajan lo que consideran la cifra más alta después de Ecuador.
“Se calcula que actualmente el empleo informal –es decir, aquel sin contrato, seguridad social ni derechos laborales- abarca a la mitad del empleo total en México, con alrededor de 20 millones de personas que laboran en estas condiciones. Hoy, el 47% de la población mexicana vive en la pobreza y el 19% en la indigencia. De éstos, el 70% de los campesinos mexicanos vive en la pobreza, 26,3 millones en la indigencia y más de la mitad de los niños que habitan en zonas rurales están desnutridos” (Incorrectamente Político, Marcel Claude, (Economista y Magister en Economía de la Universidad de Chile. Master of Arts y Candidato a Doctor de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica.)1ª Edición, octubre de 2006).
Otro tema es el de la explotación de los inmigrantes, “La migración responde en muchas ocasiones a un gran flujo de desocupados que se ven forzados a migrar de su país de origen por las medidas y políticas descritas que se enmarcan dentro de un modelo de desarrollo caracterizado por la exclusión, el desempleo, la inequidad y la falta de certidumbre económica para sus poblaciones. Otra circunstancia agravante de este proceso, es que los migrantes son utilizados por parte de las distintas empresas nacionales y transnacionales empleándolos en forma precaria, es decir, exentos de los beneficios que ampara el sistema de seguridad social. Por ello, se puede sostener que en la actualidad en América Latina el problema de la pobreza y del desempleo no es solamente originario de los países expulsores sino que se presenta también en los países receptores”. (Migrantes y Racismo en América Latina: dimensiones ocultas de realidades complejas. CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), IIDH (Instituto Interamericano de Derechos Humanos), Reunión de Expertas sobre Racismo y Género Santiago de Chile, 4 y 5 de junio de 2001 pag. 32).
El aporte de antecedentes podría ser inmenso y extenderse hasta lo indecible, pero creo que hay suficientes elementos para analizar y cuestionarnos si existen en nuestra sociedad nuevas formas de esclavismo.