El dilema Constituyente en Chile (Columnas El Mostrador 18/06/2013)
Que el Pueblo Mande
Columnas
18 de Junio de 2013
El dilema Constituyente en Chile
Sería un error por parte de un próximo gobierno de la Concertación seguir el camino rupturista sin al mismo tiempo generar mecanismos de consenso que permitan convencer a sectores de la oposición de la necesidad de hacer cambios profundos a la constitución e incorporar a estos sectores al momento de definir las reglas básicas de elección, organización y decisión de la asamblea constituyente.
La estrategia rupturista fue seguida en Colombia en 1991, en Venezuela en 1999 y en Ecuador en 2008. En todos estos casos, el ejecutivo realizó un plebiscito —sin autorización constitucional o forzando las reglas establecidas— para que la ciudadanía apruebe la convocatoria de una constituyente que reemplazaría la constitución. Luego de esta autorización se eligió una asamblea que aprobó la nueva constitución por mayoría simple, sujeta en algunos casos (como en Venezuela y Ecuador) al requisito de una ratificación popular para entrar en vigencia. En ningún caso el procedimiento fue estrictamente legal, pero sí gozó de legitimidad democrática al colocar al pueblo en la capacidad de decidir sobre su organización constitucional. La ventaja de esta opción es que permite superar el veto de los actores adversos al cambio por medio de una decisión directa de la ciudadanía. Pero esta ruta entraña el riesgo (además de las batallas legales a que puede dar lugar) de que el proceso tome un carácter plebiscitario al imponerse una constitución que sólo represente en forma excluyente a una mayoría electoral circunstancial. Este riesgo fue sorteado en Colombia gracias a la actitud conciliadora del entonces presidente Gaviria, quién luego de la decisión popular a favor de la constituyente convocó a todas las fuerzas políticas para decidir en conjunto contenidos básicos de reforma así como las reglas de elección y las atribuciones de la asamblea. Pero la amenaza plebiscitaria se hizo realidad en Venezuela y Ecuador, donde el presidente y su partido utilizaron el apoyo popular a una nueva constitución para decidir una forma de elección y de organización de la constituyente que beneficiara exclusivamente al partido de gobierno.
Es entendible que varios miembros de las fuerzas de izquierda y centro-izquierda que proponen una nueva constitución en Chile prefieran la estrategia rupturista. Esta permitiría bloquear la oposición de la derecha a crear una nueva constitución y eliminar algunos de sus contenidos más criticados, como el sistema binominal o las reglas de quórum agravado para la aprobación de ciertas leyes. Y esto es perfectamente válido dentro de la lógica del poder constituyente democrático. Sin embargo, sería un error por parte de un próximo gobierno de la Concertación seguir el camino rupturista sin al mismo tiempo generar mecanismos de consenso que permitan convencer a sectores de la oposición de la necesidad de hacer cambios profundos a la constitución e incorporar a estos sectores al momento de definir las reglas básicas de elección, organización y decisión de la asamblea constituyente. Una constitución radicalmente democrática y no meramente plebiscitaria tiene que ser percibida como una obra de todos y no de una mayoría facciosa. Para eso es preciso que el proceso constituyente sea no sólo participativo sino también incluyente. Esto significa seguir el camino que en su momento tomó Colombia, donde el apoyo popular se utilizó para cambiar el statu quo pero sin generar exclusiones al momento de diseñar el proceso y establecer sus objetivos. Esto puede hacer más arduo y lento el cambio, pero por lo misma razón lo hará también más duradero.
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